Online N° 3

Online N° 2

Online N°1

Online N°0

Ciudad sin dios

Posteado por Almohadón de plumas | Categorías , | a las 16:12

Por: Taker

Los infiernos de toda religión están aquí; convive uno de cada universo y cada cabeza es uno, en esta ciudad; que es de ellos, se coquetean al verse en las calles de la realidad, su territorio. Cualquier dios sabría que ha apostado ciegamente, es hora de tomar avergonzado lo que le queda, caminar dando la espalda a su experimento y cuestionar la existencia, pensando con agoniosa pena en esta inexorable mancha de sangre, perdición y concreto para poder volverse ateo.

Como ejércitos de almas condenadas, vagan por las calles, condenados en vida la mayoría, porque ellos mismos lo deciden así. En cualquier espacio y en cualquier tiempo se cruzan en la esquina, el que carga la muerte en hombros por una enfermedad moderna impía y ni siquiera lo sabe. Sufre cáncer, el de las ciudades, ese que no es otra cosa más que la pesadez y el asco hacia tu alrededor vuelto contra ti. Camina agotado por oscuras calles culpando al estrés de su inconsciente sentir. La divina comedia moderna está aquí, una promesa de paraíso se perdió, los casi puros como él se quedan atorados en este infierno, porque ha muerto la fe en el cielo y el purgatorio ya no existe. Por si acaso fuera poco su condena, como policía de la urbe no gana mucho y ha tenido que elegir dentro de sus hijos a la menor para darle todo lo que pueda y ser la única que siga estudiando.

A kilómetros de distancia, cobijado por las sombras, aguarda en una esquina un joven. Puede ser otra víctima del caos, sólo otro aborto bastardo de este corrompido hábitat miserable; su madre, falleció años atrás atropellada en una de las principales avenidas del monstruo de asfalto y todo por un conductor que tuvo el atino de tomar unas copas de más aquella tarde. Este joven perdió más que a su madre entonces, decidió que retirarse de las reglas de la sociedad sería su consigna, en su casa faltó el amor desde aquel fatídico suceso y tras él, extrañamente el dinero escapó también después de aquella crisis, era otro pobre ángel jodido que había caído en esta tierra de caníbales divinos.

En el metro, una linda niña se contempla en el reflejo del cristal en la puerta. Mira la fealdad con que las sombras recrean su rostro al pasar por un túnel, piensa que el único túnel es en el que vive esta gente, esperando la luz al final para saber que han logrado algo, dentro de su optimista mente sabe que el lograr algo no es un fin; es un camino, uno en el que se debe pelear contra todo, sin importar lo horrible de tu pasado, ni mucho menos la caótica situación actual, ni hablar del negro futuro que te puede esperar cuando eres la única de tu familia que ha estado por entrar a la universidad, se escucha molotov al fondo del vagón con un vendedor de discos; te dan unos pesos y esperan que salgas adelante, más alto que cualquiera de los tuyos, creen que no debe preocuparse de otra cosa que no sea el estudio, total, como decía su papá “es lo único que haces niña, no tienes otras preocupaciones”, su vida, según su familia, no existía entonces mas allá de esa escuela a la que está por entrar. Es una frágil adolecente con problemas como todos, una desventurada historia pero eso sí, mucha esperanza.

El único respiro era pensar en su novio, aún sin haber mucho tiempo para poder abrazar esa breve relación entre tanto estudio para entrar a la carrera, llevaban relativamente poco tiempo juntos, pero desde el inicio esa relación fue un oasis de esperanza en medio de esta gran mancha de pecado urbano. Su novio era un joven humilde, de una familia pobre como los más en esta ciudad, que desempleado dedicaba sus días a buscar trabajo honrado. Esta víctima del cruel ocio del destino, sabe en el fondo de su ser que no puede dejar la búsqueda, este ser casi perfecto, casi inocente actúa sólo por el amor que siente, porque conoce la condición poco cómoda de su novia y su familia y quiere ser útil.

Una noche, aparentemente como cualquier otra. La calle fue único testigo, como pasa siempre en este lugar, en la esquina donde cada noche aguarda enmascarado con un gorro y un pañuelo en la cara el tipo huérfano de madre por culpa de un “accidente”, vino a encontrarse con el pobre desempleado. Ocurrió lo obvio en esta ciudad, el encuentro terminó en un asalto que dejó muerto al desempleado, fue asesinado por no querer dar nada al agresor; más bien, por no tener nada que darle, el sonido del disparo rugió con furia por las sordas calles y se detuvo en los oídos de un policía que patrullaba su zona, cansado de su trabajo, de su condición, de no poder darle educación a sus dos hijos, enfermo sin saberlo; alcanza a nuestro disfrazado ladrón que harto del sistema, ve en cada víctima al asesino de su madre. La muerte lo abrazó para siempre, quizá eso era en realidad lo que buscó todo este tiempo, el policía disparo tres balas sobre el cuerpo del hampón. Orgulloso se acercó a despojarlo de su improvisada máscara, sólo para averiguar aterrorizado que acaba de matar a su propio hijo. Más tarde en esa misma madrugada, aquella hermosa joven con su carrera y futuro por delante se suicido, no soportó la muerte de su hermano a manos de su propio padre, ni mucho menos la noticia de que a su novio le fue robada la vida en un asalto perpetrado por su propio hermano.

El único “sobreviviente” de esta ciudad y sus perversos azares fue aquel policía. Tranquilo porque sabe que aún habiendo perdido todo sin ser juzgado por la ley, estaba cumpliendo con su trabajo, una sentencia mayor yace en sus hombros, a él le apuntaba la muerte antes de todo esto y sólo espera a que esa enfermedad de las ciudades modernas, ese cáncer que ahora sabe que tiene, extinga su miserable existencia para poder cerrar el círculo que inició, ahora él le pregunta a su dios:

-¿Por qué nos has dado la espalda? O mejor aun, ¿Por qué no bajas tú a que esta ciudad te devore a ti? Que para eso debieras ser nuestro dios.

Comentarios (0)

Publicar un comentario