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Quinta vermelha

Posteado por Almohadón de plumas | Categorías , | a las 17:46

Por: Ziysanma

La fecha prevista era el jueves quince, la hora programada eran las cuatro de la tarde y sí, ahí están sobre Paseo de la Reforma todos los trabajadores de le extinta Luz y Fuerza del Centro, los trabajadores pertenecientes al Sindicato Mexicano de Electricistas, ahí están, esperando la orden para iniciar la gran manifestación.


La avenida se ve desbordada por un río rojo, un río que lleva gritos, consignas, enojo y frustración por lo que últimamente se ha hecho con la compañía Luz y Fuerza del Centro, sin embrago, no son los únicos que hacen acto de presencia, no, porque también están los trabajadores del IMSS, los estudiantes de la UNAM, del Poli, de la UAM, de la UACM, al igual que el STUNAM y otras organizaciones, otras muchas, que forman un caudaloso río, el cual es visto desde los aires por el ángel dorado de la independencia.


Las consignas del SME se escuchan por todo aquel río, desde la Avenida de los Insurgentes hasta la Diana Cazadora, denme una S, denme una M, denme una E, cómo dice, Esmé, cómo dice, Esmé, muchas veces, Esmé, Esmé, Esmé y los gritos se juntan, se vuelven uno, los Goyas también están y la U,U,U ACM, apoya a lo lejos y se hacen los ocho, eso de correr un trecho para inyectarle emoción a la marcha, para convertirla en una fiesta pacifica, una fiesta donde los derechos son exigidos.


Cerca de las cuatro y media, tal vez antes, tal vez después, comienza la marcha, a paso lento, porque es mucha la gente, los contingentes se mueven como paquidermos, lentamente pero demostrando toda la fuerza que tienen y ni siquiera el sol de la tarde, esos rayos pesados, golpeadores, hacen que la gente se detenga, no, nada de eso, ellos continúan con su paso y con sus sonrisas y con su cuchicheo.

El recorrido es recto hasta la Torre del Caballito, luego, se da vuelta para continuar por la Avenida Juárez, la cual conduce hasta el Zócalo capitalino, pero dentro del transcurso nadie presta atención a las calles, ni a los edificios resguardados por los policías, con sus toletes, con su uniforme azul, que simplemente regalan miradas al gran río que pasa ese día. Otros que son simples espectadores son los oficinistas que se asoman para ver esa gran marea, y no le ven fin por los tantos que son, mientras la gran marea sigue gritando, continúa manifestándose por las calles de la ciudad.

A las seis y media, ya hay contingentes en la plancha de Zócalo, ya están los primeros oradores en el templete mientras la bandera mexicana no puede extenderse porque se ha atorado pero son recibidas las palabras por los edificios que rodean la plancha, así como el Palacio de Bellas Artes escuchó y escucha “ese apoyo si se ve”, “si no hay solución habrá revolución”, “aquí se ve la fuerza del Esmé” y demás consignas, pero por el momento los primeros oradores se dirigen al público que está sentado o platicando, o descansando en un silencio expectante.


No importa cuanta gente haya ido, no importa si se contaron miles o cientos, lo importante fue el momento, cuando se gritó a los cuatro vientos, cuando se gritó a los helicópteros de la PFP, cuando se gritó a los edificios, y por último se le gritó a la noche todo lo que se piensa, todo lo que se vive, es la demostración de la fuerza que tiene uno de los sindicatos más poderosos del país, pero lo mejor es la fuerza que representa la unión de todos por los trabajadores, ese apoyo que se ve por el Esmé.

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